Vienen buscándome.
Son todas las edades,
y a ninguna quiero escapar.
Llegan hasta mí
recuerdos discontinuos.
Y el dolor de no caer
en el vacío del olvido
es necesario
para el vivir de mi memoria
y su transposición.
Regresan,
siempre y extrañados,
los momentos que he vivido
como si fueran ellos
de una película Rusa.
No existen voces allí,
en todo evoco,
sólo rostros aquietados
dentro de un silencio que dice
más de lo que alguna vez se dijo
de lo que tantas veces pudo ser dicho.
Vienen por mí.
Son todas mis edades,
y muy pocas son las veces
en que soy perdonado.
Vienen desde mí.
Y mis edades son una sumatoria, finita,
que corre con una estela llamada Recuerdo,
de la que no quiero escapar.
A la que no quiero volver.
jueves, 30 de octubre de 2008
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